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lunes, 26 de noviembre de 2012

LA FAMILIA COMO AGENTE EDUCATIVO

FAMILIA Y EDUCACIÓN La familia es el ámbito en el que el niño se desarrolla y es por tanto el primero y el más importante de los agentes educativos. Los valores, los hábitos y costumbres de la familia son esenciales para el desarrollo del niño, aunque en nuestros días la familia comparte con otros agentes la educación en los primeros años, los aspectos básicos de la personalidad como el autoconcepto, la disciplina, las expectativas de éxito, etc. se adquieren básicamente en la familia. En el momento actual, la familia ha experimentado cambios en cuanto a la estructura, los valores y las funciones que desempeñan. En relación con la estructura, la familia es más reducida, hay un menor número de hijos y una mayor tasa de familias monoparentales. En cuanto a los valores, existe un diferente reparto de las tareas y un sistema de relaciones distinto entre el padre y la madre y, a su vez, entre padres e hijos. En general, las relaciones son menos autoritarias y hay un mayor respeto a la individualidad de cada persona, utilizándose más el diálogo y menos la imposición. En cuanto a las funciones, cada vez es más importante el papel de la familia como soporte afectivo y de protección en comparación con las funciones de soporte económico que desempeñaba tradicionalmente. Este conjunto de cambios afecta a los modos de educación proporcionados en las familias, aunque sus efectos no siempre son positivos, sino que pueden tener también facetas negativas. Las pautas educativas que facilitan el desarrollo de la personalidad del niño son las que se basan en el respeto a la persona y en la autoridad de los padres basada en el diálogo y en el ejemplo. Las pautas negativas serían tanto las basadas en el autoritarismo y el castigo como las basadas en un exceso de permisividad. La familia: Primera Escuela La función educativa de la familia ha sido objeto de mucho interés para la psicología y la pedagogía general y, especialmente, para los que se ocupan de la educación y el desarrollo del niño en los seis primeros años de vida. Los estudios e investigaciones más recientes de las neurociencias revelan las enormes posibilidades de aprendizaje y desarrollo del niño en las edades iniciales, y hacen reflexionar a las autoridades educacionales acerca de la necesidad de optimizar ese desarrollo, de potenciar al máximo, mediante una acertada dirección pedagógica, todas las potencialidades que la gran plasticidad del cerebro humano permitiría desarrollar. Si se parte de que, en el transcurso de la actividad y mediante la comunicación con los que le rodean un ser humano puede hacer suya la experiencia histórico – social, es obvio el papel que la familia asume como mediador, facilitador de esa apropiación y su función educativa es la que más profunda huella dejará precisamente porque está permeada de amor, de íntima comunicación emocional. La especificidad de la influencia familiar en la educación infantil está dada porque la familia influye, desde muy temprano en el desarrollo social, físico, intelectual y moral de su descendencia, todo lo cual se produce sobre una base emocional muy fuerte. ¿A qué conduce esta reflexión? En primer lugar a reconocer la existencia de la influencia educativa de la familia, que está caracterizada por su continuidad y duración. La familia es la primera escuela del hombre y son los padres los primeros educadores de sus hijos. La seguridad y bienestar que se aporta al bebé cuando se le carga, arrulla o atiende en la satisfacción de sus necesidades, no desaparece, sino que se modifica según este va creciendo. La ternura, el cariño, y comprensión que se proporciona le hace crecer tranquilo y alegre; la comunicación afectiva que en esa primera etapa de la vida se establece ha de perdurar porque ese sello de afecto marcará de los niños que, en su hogar, aprenderán, quienes son, que pueden y que no pueden hacer, aprenderán a respetar a los adultos, a cuidar el orden, a ser aseados, a jugar con sus hermanitos, pero, además, aprenderán otras cuestiones relacionadas con el lugar donde nacieron, con su historia y sus símbolos patrios. Todo eso lo van a asimilar sin que el adulto, en algunas ocasiones, se lo proponga. El niño en su hogar aprenderá a admirar lo bello, a decir la verdad, a compartir sus cosas, a respetar la bandera y la flor del jardín ajeno y ese aprendizaje va a estar matizado por el tono emocional que le impriman los padres, los adultos que le rodean, por la relación que con él establezcan y, muy especialmente, por el ejemplo que le ofrezcan. La familia y la formación de hábitos de vida. Educar correctamente al niño exige que, desde muy temprana edad se le enseñen ciertas normas y hábitos de vida que garanticen tanto su salud física y mental como su ajuste social. El niño, en cada una de las etapas de su vida, debe comportarse de una manera adecuada, cumplimentar todo aquello que se espera de él, pero, para que así sea, es indispensable sentar previamente ciertas bases de organización de la vida familiar que le permitan tener las condiciones mínimas para lograr un desarrollo físico y psíquico adecuado. Frecuentemente se le pide al niño que no riegue, que se peine y lave las manos, que no se manche la ropa, etc. Si no actúa adecuadamente, es porque no se han formado estos hábitos desde su más tierna infancia. De ocurrir esto se ha educado erróneamente al niño y esta falla hay que atribuírsela a los padres. Un hábito no es más que la forma de reaccionar frente a una situación determinada, que se obtiene a través de un entrenamiento sistemático; o sea, es la tendencia que existe de repetir un acto que se ha realizado previamente y que, una vez establecido, se realiza automáticamente, sin necesidad de analizar qué se está haciendo. Para que el niño adquiera las normas y hábitos necesarios es indispensable que los padres organicen su vida, es decir, que le establezcan un horario de vida. Si se desea que el niño forme un hábito, primeramente hay que mostrarle cómo debe actuar. El ejemplo que ofrecen los padres y demás adultos que viven con él es muy importante. Además, es fundamental ser persistente, constante y tener la suficiente paciencia para no decaer en el logro de este propósito. Si las personas que rodean al niño se caracterizan por ser sosegadas, tranquilas, cariñosas, el niño adquiere con facilidad el hábito de hablar en voz baja. No es lógico pedirle al niño que sea aseado si a su alrededor sólo ve personas sucias, que no cuidan de su aseo personal ni del orden y limpieza de la vivienda. Una vez que se han garantizado las condiciones y mostrado al niño con el ejemplo lo que debe hacer, debe explicársele la utilidad del mismo, o sea, los beneficios que va a obtener cuando lo adquiera. Después será necesaria la repetición de esta actividad para que se fije en su conducta. Por último, los adultos –los padres, principalmente- aprovecharán estas primeras acciones del niño para reforzarlas y estimularlas de manera de crear en él motivaciones de hacer las cosas de esta manera. No cabe duda que esta formación es responsabilidad de los adultos, quienes tienen que organizar sus propias vidas, teniendo en cuenta a sus hijos para no interferir el desarrollo de sus actividades. Hay niños que sufren de pérdida del apetito, alteraciones en el sueño, etc., por falta de organización de la vida familiar. Los primeros hábitos a formar son, indiscutiblemente, aquellos que están directamente relacionados con las necesidades básicas del niño, como son: la alimentación, el sueño, el aseo, la eliminación, etcétera. Estos hábitos tan necesarios se crean a una hora fija para condicionar el organismo. Alimentación. Se debe acostumbrar al niño a comer a una hora determinada. Esto hace que tenga más apetito, que sienta hambre. Cuando el niño no come, es porque no tiene hambre. Si se le dan chucherías a distintas horas, es lógico que luego no quiera almorzar y rompa así el hábito periódico que se le debe formar, provocándose el desgano o anorexia. El niño puede también perder el apetito por una enfermedad que se gesta en su organismo o porque ya está enfermo. Si la mamá advierte esto y lo obliga a comer, está actuando mal, pues el niño empieza a asociar la comida con algo impuesto por sus padres y no la ve como el medio de satisfacer una necesidad propia de su organismo. Hay que tener en cuenta también, que los niños comen de acuerdo a su ritmo de crecimiento, a las demandas de su organismo, a las actividades que realiza. Se puede observar un aumento del apetito cuando se produce un crecimiento acelerado en el niño o cuando hace un gran despliegue de actividad. Cuando el niño advierte que sus padres se preocupan mucho y le imponen la comida, a veces, se produce en él un rechazo inconsciente hacia la misma. En otros casos, el niño aprovecha las horas de la alimentación para obtener “buenos dividendos”, utilizando así la comida como “treta” para obtener lo que desea. Por lo tanto, la comida debe suministrarse siempre a la misma hora, evitando dar alimentos a intervalos menores de tres horas. Los alimentos, tanto en cantidad como en variedad, deben satisfacer las necesidades de su organismo. Esta variedad se introduce en el momento adecuado, permitirá que él forme su paladar a los distintos gustos de los alimentos que todo niño necesita. El niño debe comer junto a la familia y ver esta actividad como una ocasión agradable para compartir con sus padres. Tan pronto como sea posible éstos lo dejarán comer solo. Aunque se ensucie en un inicio, no deben regañarlo, sino ayudarlo y enseñarlo, teniendo en cuenta su edad y posibilidades. No se le debe quitar la cuchara para evitar que se ensucie ni con el pretexto de que así termina más rápido. El niño se acomodará a esta situación y no sentirá placer por aprender. Debe comer lo que él realmente desee y, una vez terminada la comida, le retirarán el plato sin hacer alusión al posible desgano. Si ha comido bien y ya es capaz de hacerlo sin botar los alimentos ni ensuciarse, se le debe estimular y reconocer, ante los familiares los avances obtenidos. En ocasiones, resulta muy provechoso utilizar en estos casos expresiones tales, como: “Ya Juanito es un hombrecito. Come tan bien como papá”. Cuando se le va a enseñar a comer un alimento nuevo es conveniente que lo mire, huela y pruebe en el momento en que es mayor su apetito para favorecer su aceptación. Poco a poco, se le introduce en el uso adecuado de los cubiertos y en las buenas formas en la mesa. Si se sirve sopa, se le enseñará que ésta se toma con cuchara. Si es una papilla o arroz, con el tenedor y así sucesivamente. Si él ve a sus padres usar correctamente los cubiertos y a su vez se le pone a su alcance los adecuados a cada tipo de comida, aprenderá a utilizarlos rápidamente. Sueño: El niño debe apreciar las horas de sueño al igual que las de alimentación como agradables. Los padres deben acostumbrarlo a dormir a la misma hora. Un niño pequeño debe dormir más de diez horas. Los padres deben saber el número de horas de sueño que el niño necesita. Estas se corresponden con su edad cronológica. Cuando el ambiente no es adecuado, por existir peleas, discusiones, etc., el sueño del niño se altera. Igualmente, ocurre cuando se ha excitado demasiado durante el juego o cuando se ha alterado el horario de alimentación. Se debe evitar todo esto para lograr que el niño vaya tranquilo y sosegado a la cama. Es bueno también, acostumbrar al niño a dormir la siesta. Después del almuerzo puede dormir dos o tres horas, que le permitirán reponer las energías gastadas durante las actividades de la mañana. Es muy provechoso formar estos hábitos que le propicien al niño, alternar períodos de vigilia y sueño. Si la mamá lo acuesta y dentro de la habitación no existen estímulos que pudieran ser susceptibles de distraerlo, no se debe prolongar demasiado el tiempo de la siesta, pues esto puede originar que se altere el horario del sueño nocturno. Una vez llegada la hora de acostarse se proporcionarán las condiciones para que duerma bien y, a la mañana siguiente, se levantará a una hora fija, de manera que se habitúe y, una vez que esté en la escuela, no haya dificultades que interfieran el cumplimiento de sus obligaciones. Eliminación: Los niños deben satisfacer, diariamente, sus necesidades eliminatorias. Para lograr que el pequeño adquiera estas costumbres, no sólo basta con sentarlo regularmente, en la sillita. Si bien es cierto, que algunas mamás tienen éxito en el entrenamiento de este hábito desde los primeros días, otras han debido esperar meses. ¿A qué se debe esto? Es necesario recordar, ante todo, que el sistema nervioso de un niño de corta edad es algo complejo y en plena organización; antes de determinada edad, el niño no tiene el sistema nervioso de un niño de corta edad es algo complejo y en plena organización; antes de determinada edad, el niño no tiene el sistema nervioso lo suficientemente maduro como para adquirir estos hábitos de eliminación. Para que un niño controle sus esfínteres, son necesarias varias condiciones que los padres deben conocer. Si observan bien, podrán determinar a la hora promedio en que el niño hace sus necesidades y, con alguna anticipación, sentarlo en la sillita. Llega el día que el niño solo es capaz de hacerlo cuando está sentado en el lugar adecuado y habrá formado así un hábito de vida correcto. Aseo y orden. La creación de hábitos de aseo y orden son necesarios al niño para poder adaptarse al medio social, especialmente al medio escolar. Por lo tanto, es indispensable que se le enseñe mucho antes de su ingreso a la escuela. Desde pequeño se le debe enseñar a cuidar las cosas, a tenerlas en un lugar determinado, de manera que pueda encontrarlas fácilmente. Se le debe enseñar a considerar aquellos objetos que le sirven para recrearse –juguetes entre otros- de aquellos otros que son necesarios para su labor, como los libros, libretas, lápices, etcétera. Si esto se hace sistemáticamente, si se le muestra y se analiza conjuntamente con él las ventajas de estas conductas, el niño acaba por incorporarlos a su vida diaria, pues recibe los beneficios de esta organización. Otro aspecto a considerar es la higiene personal. El niño debe aprender a cuidar su aspecto personal. Mucho debe preocuparle esto, si tiene en cuenta que vive en colectivo y que la falta de aseo molesta a todos. En el hogar se le debe enseñar a lavarse los dientes, bañarse, cuidar la higiene del cabello, peinarse, etcétera, así como del cuidado de su ropa. Cuando el niño es muy pequeño no puede hacerlo por sí mismo, pero los padres lo enseñarán poco a poco y lo estimularán a hacer los primeros intentos. Cuando logra hacerlo por su cuenta, le reconocerán el resultado obtenido y le harán sugerencias de cómo resolver sus errores. Un niño que no forma estos hábitos, resulta un adaptado cuando convive en un colectivo más amplio, independiente de su familia. En la preparación que ofrezcan los padres se debe tener en cuenta que el niño ha de ayudar a la mamá a recoger su cuarto, a guardar las cosas en su lugar, a cuidar los objetos personales y familiares. A partir de los dos años observaremos que al niño se le puede instruir al respecto y obtener algunos resultados positivos, teniendo en cuenta sus posibilidades. También es importante alertar a los padres que el ejemplo es lo más importante para conseguir buenos resultados. Si los padres no se preocupan por su apariencia personal ni por el orden y limpieza de la vivienda, de nada valen las advertencias ni orientaciones. Junto al ejemplo positivo que deben ofrecer los padres como educadores de sus hijos, está la orientación y ayuda constante. En la medida que el niño sea mayor, se recabará de él una mayor cooperación. Cuando se presenten pequeñas dificultades en la tarea que realiza, no se le regañará ni se harán comparaciones con los resultados que obtiene el adulto. Nunca se utilizarán comparaciones entre los hermanos como medio de resolver los errores, pues puede traer como consecuencia que el niño abandone la tarea y se vuelva irresponsable. Por poco que sea el provecho que el colectivo familiar obtenga de su ayuda, es indispensable reconocérselo y estimularlo con palabras alentadoras. Así, adquiere seguridad de sus posibilidades y mejorará su rendimiento. Y algo más, hay que tener en cuenta que el principal objetivo de esta participación es que el niño adquiera responsabilidad ante las tareas, lo que le posibilitará desempeñarlas cabalmente como escolar, en un futuro. La familia y la formación de hábitos sociales en el niño. Ningún padre aspira a formar un hijo que no se ajuste, por sus conductas, a la vida en sociedad. Todos quieren que sus hijos sean aceptados por sus compañeros, sean capaces y agradables, lo que les posibilite poder establecer relaciones sociales armónicas con sus semejantes. De ahí, lo importante que resulta enseñar al niño los hábitos sociales indispensables desde los primeros años. La conducta social que manifiestan los niños, está estrechamente influida por las normas de conducta que se practiquen en el hogar. Es en el colectivo familiar, donde se deben aprender y practicar los hábitos y normas positivas de convivencia social. Esto es posible a través de las relaciones que se establecen entre sus miembros. Son las relaciones familiares basadas en el amor y respeto mutuos las que ayudan a formar los hábitos sociales. Muchos padres se preocupan por crear buenos hábitos de sueño, alimentación, etc., pero, a veces, no toman el interés necesario para enseñar al hijo los mejores hábitos de cortesía y las formas correctas de convivencia social que se utilizan en la vida en sociedad y que permiten expresar el respeto que se siente hacia las demás personas. Cuando los padres tienen hábitos de convivencia social, ofrecen manifestaciones de cortesía, de respeto, comprensión, cooperación y solidaridad para con las personas con quienes conviven, constituyendo verdaderos ejemplos de buena educación. Este ejemplo es muy provechoso, pues el niño se comporta tal como ve actuar a los demás. Las buenas relaciones de afecto y respeto entre las personas mayores del hogar, abuelos y padres, la cortesía hacia las figuras femeninas, el respeto a los ancianos e imposibilitados físicos, hacen que el niño adquiera buenos patrones de relación con sus semejantes. Los padres deben empezar por brindar estas manifestaciones de afecto a su hijo, que van desde darle un beso cuando despierta hasta preguntarle cómo le va en el juego, o si le gustó el paseo que recién diera. Ningún padre puede esperar que su hijo sea cortés, si sus manifestaciones de cariño y amabilidad son limitadas e inexpresivas. Cuando el niño convive con personas de distintas edades y criterios, los padres deben enseñarle con palabras y ejemplos que abuela y abuelo, al igual que ellos, mamá y papá, deben ser respetados por sus años y experiencia y que resulta inadmisible una frase desdeñosa, un gesto o conversación en alta voz, aunque lo que ellos planteen esté lejos de los criterios y opiniones infantiles. Las observaciones que los niños hagan de las opiniones de las personas mayores, deben ser hechas con respeto y consideración. Dentro del hogar hay que utilizar expresiones adecuadas, amables con los niños, tales como: “hazme el favor”, “muchas gracias”, “si fueras tan amable”, etc., que facilitan la armonía familiar y lo educan en la gentileza y cortesía. Las relaciones corteses entre hermanos también son importantes. Martí, en “La Edad de Oro”, expresó: “Nunca un niño es más bello que cuando lleva en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su hermana para que nadie la ofenda; el niño crece entonces y se hace gigante.” Igualmente, estas normas y hábitos sociales no deben quedarse limitadas al hogar. Merecen respeto y consideración los vecinos a quienes se considerarán como personas cercanas que nos solicitan y prestan su cooperación y afecto. La cortesía y, en general, los hábitos sociales, deben practicarse en todas partes, en todas las actividades que requieren del concurso del niño. Si el niño hace una visita con sus padres, debe saludar a las personas cuando llega, preguntarles cómo están, no intervenir en las conversaciones que sostienen los adultos, despedirse respetuosamente. Esta misma actuación la deben observar las personas que lo acompañan. Todo esto debe explicársele cuidadosamente y hacer lo posible porque él comprenda los beneficios que se derivan de este comportamiento. Igual conducta debe tener en otros paseos: lugares públicos, restaurantes, teatros, etc. El niño debe esperar pacientemente que sus padres se sienten y luego hacerlo él. En estos paseos es donde se pone más en evidencia la educación de las personas. Un niño que llega bruscamente al restaurante o cafetería, se sienta antes que sus padres, y tan pronto preguntan qué desean comer, pide sin tener en cuenta a sus padres, lo que da muestras de que en el hogar no se han trabajado estos aspectos de su educación. Dentro de los hábitos sociales hay que enseñarle a cuidar sus cosas y respetar las ajenas. Así debe cuidar las pertenencias de sus familiares, y en caso de necesitarlas, pedirlas, teniendo especial cuidado de no dañarlas. Una vez que las devuelve debe agradecer el servicio que los mismos le han prestado. Otro aspecto a considerar es el comportamiento que debe adoptar el niño en los lugares públicos, como pueden ser: teatros, veladas, celebración de conmemoraciones, etc. Se le debe enseñar desde pequeño, que existen actos que por su solemnidad exigen una conducta determinada. Los padres le explicarán que, durante los mismos, deben mantenerse en silencio, en actitud atenta y que cualquier manifestación de ausencia o desgano, da muestras de irrespetuosidad. Deben enseñarle el respeto por los símbolos de su Patria: bandera, himno y escudo, así como sus mártires y líderes, para que forme sólidos sentimientos que lo capaciten como futuro ciudadano. Con el ejemplo ha de enseñarse al niño a cuidar la naturaleza, los animales y las plantas; a no dañarlos; a cuidar la limpieza no sólo del hogar, sino de otros lugares que se frecuentan o simplemente se transita por ellos: calles, parques, museos, áreas verdes en general. De forma sencilla, natural y con el ejemplo, el cariño y la sistematicidad se han de formar en los niños los hábitos expuestos con anterioridad. Relaciones familia – escuela: En nuestra sociedad, la familia es la principal responsable de la educación de los hijos y, como tal, delega en la escuela parte de su función educativa. Sin embargo, en ocasiones en las sociedades actuales parece haberse invertido esta cuestión y tiende a considerarse la escuela como el principal agente de educación. En consonancia con este enfoque, las relaciones familia-escuela se han estudiado casi siempre desde la perspectiva escolar, pudiendo señalarse dos grandes líneas de estudio de dichas relaciones: • Sociológicos • Pedagógicos. Los estudios sociológicos analizan las variables familiares que guardan mayor relación con el rendimiento de los niños. Los resultados indican algunos factores como el nivel económico, el nivel cultural de estudios de la madre, como los relacionados con el rendimiento: Nivel cultural nivel económico El punto débil de estos estudios es que no se pueden modificar las variables que analiza. Por eso, los estudios pedagógicos intentan analizar los aspectos en el comportamiento de los padres que puedan ser modificados y que mejoren el rendimiento de los niños. Los resultados indican que es muy importante la implicación de los padres en la actividad de sus hijos en dos sentidos: • El tiempo dedicado a las actividades escolares del hijo. • La participación de los padres en las actividades del centro. No obstante, esta variable también se encuentra influida por el nivel cultural de la familia y por los factores como el tamaño de la unidad familiar. La participación de los padres se ve reforzada o limitada por los tipos de escuelas. En líneas generales, existe un cierto rechazo por parte de la institución escolar a la implicación de los padres en las tareas de la escuela, se considera que los padres no tienen la preparación suficiente como para intervenir en asuntos propios de especialistas y, por tanto, se les ve como un obstáculo para la actividad de los profesores. Este es el llamado concepto de “mistificación” definido por Prochner. Desde el punto de vista legal, la participación de los padres en la vida de las escuelas es, en principio, reconocido por la Constitución y desarrollado por la LOGSE y la LOCE. Sin embargo, la participación real de este sector es muy escasa, especialmente en la enseñanza secundaria. Por tanto, en las relaciones familia-escuela quedan en nuestro país dos retos muy importantes: en primer lugar crear una sensibilidad y una conciencia generalizada tanto entre los profesores, como entre los padres sobre la implantación de la colaboración. Y en segundo lugar, crear mecanismos de participación en las escuelas que favorezcan la implicación de las familias en los aspectos básicos del funcionamiento de las escuelas y no sólo en los aspectos superficiales. – La familia se ocupa básicamente de: • Desarrollo de la personalidad. • Afectividad del sujeto. – La escuela trabaja con el niño por: • Impartir conocimientos. • Desarrollo de los roles. Una vez realizado el análisis comparativo de la familia en el pasado y en la actualidad, me atrevo a decir, que la familia, como célula básica de la sociedad, tiene una serie de funciones y es peligroso que se realice una delegación masiva de las mismas a otras instituciones (ya sea Estado, escuela…). La familia es un contexto de desarrollo, cariño y amor para el niño que es irremplazable por cualquier otro. Las funciones que desempeña la familia son a la vez derechos y deberes, porque en la medida en que trabajen por el desarrollo integral de la prole, esto repercutirá sobre la familia como una riqueza humana inmensa. Abogo por la recuperación del peso de la familia en la constitución de las nuevas generaciones, por ello me parece importante hacer una llamada la familia para que recupere su rol integral de agente educativo. Tiempo familiar versus tiempo laboral Es necesario aumentar el tiempo en familia, actualmente es escaso y se encuentra en desventaja respecto al tiempo laboral. Crear en la familia un espacio y tiempo de interacción es una premisa básica para mejorar la dinámica familiar. Ser familia significa más que compartir techo, significa interacción, preocupación por el otro, compartir… etc. Tiempo en familia de calidad versus tiempo en familia en cantidad Actualmente, el tiempo en familia de calidad se ve amenazado. Surgen nuevos tipos disfuncionales de sistemas familiares, por ejemplo, la familia mediática donde cada miembro de la familia disfruta de su tiempo libre absorto en uno mismo (uno con los videos juegos, otro con internet, viendo la televisión, escuchando música…) sin «compartir» con el resto. Se conviven un espacio físico pero no existe verdadera interacción. Debe primar la calidad sobre la cantidad. La calidad en el tiempo familiar se circunscribe a la apertura de los miembros, la atención hacia el otro, la actitud positiva… Sentirse a gusto disfrutando al compartir la vida familiar es la clave. Fomento de la comunicación familiar La comunicación escasa y disfuncional es el principal problema de las familias y de las parejas, por ello, es necesario enfatizar la necesidad de trabajar las habilidades de comunicación en familia. Hoy en día siguen existiendo determinados temas tabú que no se tratan en familia (sexualidad…) que no se tratan en común y se crean lagunas y falta de confianza en la nueva generación. Con un estilo comunicativo eficaz es más fácil abordar los temas más escabrosos. Darse el permiso para hablar de cualquier tema dentro del núcleo familiar Esta pauta es consecuencia de la anterior. Es necesario saber comunicarse de un modo funcional y no ofensivo, pero además desde el subsistema parental, se debe primar la necesidad y beneficio de practicar una comunicación eficaz. Así es como los hijos van interiorizando los valores y las normas aumentado su autoestima y formado su autodeterminación en pro de una responsabilidad y madurez integral de los hijos para fomentar la socialización. Promover la madurez y la responsabilidad de los hijos Otro de los grandes escollos de la sociedad actual es la infantilización de las nuevas generaciones. Existe una ausencia o déficit en la capacidad madurativa de la persona, nos encontramos con «eternos adolescentes» que viven en «burbujas» bajo la sobreprotección de los padres. En este punto destacaría la necesidad de que los padres vayan delegando responsabilidad en los hijos en función de su capacidad y edad. Esta responsabilidad hace madurar a los hijos y se debe premiar con un aumento en la autonomía proporcional. La Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE), de 3 de octubre de 1990 (publicada en el BOE de 4 de octubre) fue una ley educativa española, promulgada por el gobierno socialista y sustituyó a la Ley General de Educación de 1970. Ha sido derogada por la Ley Orgánica de Educación (LOE), en el año 2006. Son Deberes de la Familia Según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela Artículo 11 a) Garantizar a los niños, niñas y adolescentes de forma prioritaria, inmediata e indeclinable el ejercicio y disfrute de sus derechos y garantías , propiciando un ambiente de respeto, amor y comprensión en el desarrollo de su proceso educativo, en concordancia con lo establecido en la Ley sobre la materia. b) Responder como medio natural primario de educación del ser con su cuidado, educación y formación en valores humanos y nacionalistas, contando para ello con el apoyo necesario brindado por el estado a través de las políticas, programas y asistencia apropiada. c) Garantizar la inscripción, asistencia y permanencia puntual a las instituciones educativas, conforme a las políticas de edad cronológica y nivel de continuo del desarrollo humano, emanadas del órgano competente. Ejercicio del deber, de los padres, madres, representantes y la familia en general, en corresponsabilidad con el Órgano Rector (o el Estado) en el desarrollo del Sistema Educativo Bolivariano. (Art.76, 102 CRBV). Artículo 12: La Educación es un deber compartido e irrenunciable entre el Estado la sociedad y la Familia; El padre, la madre o representante tiene el deber de involucrarse y comprometerse en la Educación de sus hijos, hijas o representados. El padre, la madre o representante y la familia tendrá el derecho y el deber de participar en la Contraloría Social, de las políticas educativas del Estado venezolano en la gestión educativa y en la elaboración y ejecución de programas y proyectos vinculados al desarrollo de la integración escuela-comunidad bajo la premisa del Estado Docente. Todo lo concerniente con los deberes de los padres, madres, representantes y la familia para con los niños, niñas y adolescentes, que no señale esta Ley, se remitirán a las Leyes, Reglamentos y Resoluciones que en la materia rijan. La educación como deber social Artículo 13: La educación es un deber social fundamental. Toda persona, en el marco del Estado Docente Bolivariano, tiene el deber de formarse en el ámbito educativo, a objeto de su desarrollo personal y social. (Obliga a que toda la formación educativa se hará de acuerdo a los parámetros del Estado Docente Bolivariano, sin excepción. Esto es anticonstitucional ¿Dónde queda la libertad y amplitud que establece la Constitución Nacional?) Participación de la sociedad Artículo 14: La sociedad en corresponsabilidad con el estado y la familia, debe y tiene el derecho de participar y promover activa y directamente para el logro y cumplimiento de las normas contenidas en la presente Ley. (Obliga a toda la sociedad a ser agente del adoctrinamiento establecido en el Anteproyecto de Ley Orgánica de Educación Bolivariana del ME y D) La educación familiar, con un carácter intencional y dirigido, se realiza mediante diferentes vías. Entre las más usuales y productivas se encuentran: las escuelas de padres, las consultas de familia y encuentros individuales, las visitas al hogar y las reuniones de padres. Escuelas de padres. Las escuelas de padres tienen el objetivo de contribuir a la capacitación pedagógica de la familia, a elevar su nivel de cultura psicológica y pedagógica, a prestar ayuda concreta en los distintos aspectos de la educación de sus niños. El hecho de que la organización de las escuelas de padres supone el debate y la reflexión de un tema previamente acordado entre padres y educadoras, posibilita y exige la participación de las familias que exponen sus dudas, opiniones, intercambian sus experiencias, sugerencias y consejos y, llegan a conclusiones e inclusive, a tomar acuerdos acerca de conductas y estilos a seguir sobre una actuación o problema específico. La formación educativa de las escuelas de padres, su carácter participativo – interactivo, otorga a esta forma organizativa de educación familiar magníficas posibilidades de cumplir con los propósitos que se plantea: contribuir a la concientización y su preparación para que realicen una educación más científica de sus hijos. Existen múltiples modalidades de educación de padres, como son los días de puertas abiertas, las charlas, las consultas por grupos, los murales de información, buzones de información y sugerencias, entre otras. Todas estas formas de organización se apoyan con materiales didácticos y audiovisuales en su realización, así como con demostraciones con los niños que permitan hacer bien evidente a los padres los mensajes educativos que se orientan. Consultas de familia. Otra alternativa para la atención a los padres, consiste en las consultas con la familia, para abordar preocupaciones o problemas que tengan los padres con sus hijos en el manejo hogareño, en la atención a sus necesidades, etc. Esta atención se puede realizar por los psicólogos y pedagogos del centro o vinculados a este y ha de contar con la presencia del educador. Dichas consultas pueden consistir en una conversación orientadora o incluso en un proceso más corto en que toda la familia reflexione sobre sus problemas en torno al desarrollo del hijo y busque las vías para su solución bajo el asesoramiento profesional. En las consultas con la familia se puede abordar un asunto que preocupe al centro, a la familia, respecto al niño o a la niña. Se procura, por tanto, que cada miembro de la familia exprese como ven el problema planteado, y como se sienten al respecto. Se busca que unos valoren las opiniones de los otros, más que dar la conclusión por el profesional. Esta dinámica de la discusión conduce a que se despliegue en la sesión el sistema de relaciones que habitualmente existe en el seno de la familia, con sus tensiones, asimetrías, etc. El educador es una autoridad indiscutible ante la familia, al menos en lo que concierne a las influencias sobre la educación infantil. Pero su conversación orientadora se dirige a ayudar a pensar y a actuar a la familia. El consejo orientador no sustituye lo que los propios padres razonan, opinan o se proponen hacer. El educador que atiende a unos padres contribuye mucho a la solución de los problemas familiares si escucha benévolamente, si manifiesta comprensión humana ante las dificultades o las preocupaciones que le plantea la familia, y abre un espacio a la búsqueda orientada de soluciones. Una conversación orientadora puede conducir a las lecturas de materiales educativos, al reforzamiento de la asistencia a las charlas o reuniones de padres, y si es necesario a otros encuentros futuros en consultas de orientación. Encuentros individuales. Los encuentros individuales tienen una máxima prioridad en el centro infantil. El trabajo de orientación de la familia es uno de los más complejos en el centro, pero, ¿cómo el educador se gana el afecto y respeto de los padres y logra mantener las relaciones más estrechas con los mismos? No es muy difícil dar respuesta a esta pregunta si en el trabajo sistemático del centro se aprovecha cada momento casual de contacto con los padres para realizar una labor educativa con los mismos en una relación relajada y sin formalismos que muchas veces logra más resultados que otras vías más estructuradas de la orientación y educación de padres. Mantener interesados a los padres por los conocimientos pedagógicos no es cosa fácil ni rápida de lograr, requiere todo un proceso de análisis de las características propias de forma individual y de trabajo sistemático con el padre de familia para poder brindar la ayuda necesaria y precisa en el momento oportuno, tener tacto para hacerse entender y no provocar una negativa rotunda al problema que se quiere dar solución. Por ejemplo, si se necesita hablar con los padres porque se observa dificultades en la conducta de su hijo, esto se hará a solas, sin palabras chocantes que puedan crearle predisposición hacia el tema o justificación del asunto. En estos casos se buscarán las palabras apropiadas que ayuden a los padres a la comprensión y reflexión del problema, y a su vez poder encausarlos a una solución conjunta de la dificultad de su hijo. Esimportante en este encuentro individual el aprender a escuchar a los padres, sin hacer preguntas personales que puedan inquietarlos, utilizando un trato afable y siendo hábil en enseñar lo que se pretende. El contenido de este encuentro individual con los padres solamente debe ser conocido por ellos y el educador, por lo que se debe valorar las condiciones en las que se realiza la orientación en el encuentro, a fin de garantizar la necesaria privacidad durante el mismo. Visitas al hogar. Las visitas al hogar aportan una información valiosa sobre las condiciones en las que el niño vive y se educa, tanto materiales como higiénicas y, fundamentalmente, las de carácter afectivo; permiten conocer la composición familiar; las relaciones entre sus miembros, el estilo educativo que predomina, entre otras, para, a partir de este conocimiento y de la potencialidad educativa que posee la familia, prever la ayuda necesaria, las orientaciones generales para el adecuado cumplimiento de sus función, así como, las sugerencias de medidas y de actividades concretas cuya aplicación permita favorecer el comportamiento infantil y estimular su desarrollo. La visita al hogar lleva implícita la utilización de la “observación” de la vida familiar, al respecto es válido recordar que la observación puede ser incidental, si se refiere a eventos que se manifiestan en la cotidianidad y que pueden arrojar luz sobre la estructura de relaciones y de autoridad del sistema familiar. Otra situación típica de observación se refiere a las condiciones de vida en la comunidad y el hogar, enfatizando el desempeño de los roles que se expresan en la diaria convivencia. Se ha utilizado la observación como procedimiento sistemático durante visitas prolongadas al hogar. Es preferible la realización de observaciones sistemáticas en el hogar, y que permiten hacer una interpretación objetiva de la vida familiar. El educador que visita un hogar ha de estar consciente de que su sola presencia allí puede modificar en algo el sistema de relaciones habituales. No obstante las visitas son imprescindibles para comprender mejor muchas de las manifestaciones que presentan los pequeños en el quehacer de la institución. La visita al hogar, si es adecuadamente realizada estimula el comportamiento de los padres, pues es aquí donde estos comprenden que el educador siente un gran amor por su trabajo y quiere ayudarlos, y orientarlos para que puedan educar correctamente a sus hijos. Así mismo, el educador conoce a otros miembros de la familia además de los padres, y que lógicamente han de ejercer también influencia en la educación del niño o la niña. Reuniones de padres. Con toda intención hemos separado las reuniones de padres de las escuelas de padres, pues la reunión ofrece un marco de contenido más amplio, y donde prevalece la función informativa y reguladora de la comunicación entre la educadora y los padres de familia, con una gama amplia de aspectos a analizar que pueden ir desde la información del curso del desarrollo de los niños y las niñas, hasta aspectos organizativos y educativos del centro infantil. Las reuniones son una de las formas colectivas de trabajo con los padres a las que hay que imprimirles mayor flexibilidad y creatividad en su forma organizativa, para lograr que no sean esquemáticas y se adecuen a la información, orientación y definición de aspectos prácticos que necesitan los padres. En el centro se deben promover la realización de reuniones en que sus objetivos fundamentales sean exponer experiencias educativas que los padres han trabajado en el seno del hogar bajo la orientación del educador, a fin de que sirvan al resto de los padres para mejorar el trato y manejo de sus hijos. También pueden organizarse preguntas y respuestas que promuevan el análisis de aspectos importantes, tanto pedagógicos, de alimentación, como de salud, y en cuya respuesta se observará el desarrollo educativo alcanzado por los padres y su aplicación en las actividades dentro del hogar. La realización de las reuniones pueden marcarse en el horario de recogida de los niños, donde se reúna el mayor número de padres. El lugar debe seleccionarse de manera tal que promueva su participación, como puede ser el salón de la entrada, los pasillos, un patio central, el área exterior de juegos, entre otras. El contenido educativo irá encaminado a interesar a los padres de familia en las actividades educativas que realizan sus hijos en los distintos momentos del horario de vida del centro infantil; éste será muy bien seleccionado y preparado, considerando que ha de tener un carácter breve e informal, en que se harán demostraciones prácticas, y donde al finalizar se dejarán en el lugar de la realización los materiales didácticos y juguetes utilizados con algunas notas explicativas para que puedan ser observados por los padres que no asistieron. Siempre se tendrá en cuenta que estas reuniones han de tener un doble carácter, tanto para demostrar como va la formación de los niños y las niñas en el desarrollo de hábitos, habilidades y capacidades, como para darle a los progenitores algunas ideas para la realización de actividades en el hogar que reafirmen los conocimientos que los niños aprenden en el centro infantil. Las reuniones deben efectuarse con frecuencia, manteniendo a los padres actualizados e informados de la labor educativa que se ejerce en la institución, con el objetivo de buscar ayuda y unir los esfuerzos para el logro del pleno desarrollo de los niños. Las características esenciales que deben tener las orientaciones que se den a los padres en las reuniones para el cumplimiento efectivo de su labor educativa deben contemplar: Estar impregnadas de un carácter práctico y creador. Tener actualidad y ser de interés general. Estar en correspondencia de las necesidades de la mayor parte de los padres. Hacer la misma orientación por diferentes vías. Tratar de que sean fácilmente comprensibles para que lleguen al mayor número posible de padres. Mantener de forma sistemática el tipo de orientación y las interrelaciones más estrechas con todos los miembros de cada familia. Otras alternativas metodológicas. Otros métodos disponibles para los padres son las lecturas recomendadas, que muchas veces se publican en las localidades para la educación de los padres. Por otra parte, se utiliza la correspondencia entre los educadores y los padres. En las instituciones preescolares se ha probado con éxito la utilización de un buzón para las preguntas que deseen hacer los padres, que muchas veces se articula con un mural para divulgar las respuestas a las inquietudes generales, señalar las actividades del centro, escribir consejos sobre algunas cuestiones del desarrollo infantil, etc. Dentro de las alternativas metodológicas de la educación de padres una vía muy efectiva lo son las asociaciones, comités o consejos de padres. La integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en agrupaciones u organizaciones que colaboren directamente con el centro, en estructuras dirigidas por ellos mismos, ha sido comprobado por las investigaciones que constituyen medios efectivos y eficientes en el apoyo al trabajo educativo de la institución, y a la labor con los propios padres. La denominación de estos grupos de padres que se organizan para cooperar con la labor educativa del centro infantil es muy variada, y ha de surgir de parte de los propios padres, y tomando en consideración lo que es culturalmente pertinente. Entre los objetivos que se plantean estos grupos de padres están: • Colaborar con el centro infantil en el cumplimiento de las tareas educacionales. • Velar porque las actividades del centro estén encaminadas a preparar las bases de la educación y propiciar la interrelación más estrecha de la familia en la comunidad, no solamente en la realización de las tareas del centro, sino también a divulgar entre las familias las normas pedagógicas, de nutrición y de salud que deben seguirse en el hogar. Las tareas principales de estos consejos de padres de familia son muy variadas, entre las que se ubican: • Contribuir al cumplimiento por los padres, en el hogar, del horario de vida que corresponde a los niños y las niñas de cada grupo del centro infantil. • Apoyar la labor educativa del centro en relación con la formación de hábitos higiénicos, culturales y de convivencia social. • Velar por el buen desenvolvimiento de la educación y la salud de los niños y niñas. • Contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil, para lograr el cumplimiento eficaz de todas las actividades establecidas en su programa educativo. • Interesar a los padres en la adquisición de los conocimientos pedagógicos, de salud y de nutrición necesarios para la correcta formación de los niños en el hogar. • Promover en los padres los hábitos de lectura de libros y materiales relacionados con la educación de sus hijos, mediante el uso correcto de la biblioteca y los materiales circulantes. • Cooperar con el centro infantil en la preparación de las condiciones materiales para la realización de charlas y otras actividades promocionales de educación de padres, así como de la divulgación efectiva de las mismas para lograr una buena asistencia. • Apoyar las actividades orientadas para fomentar en los padres, niños y el personal del centro infantil, la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto del centro. • Promover la participación de los padres en las tareas relacionadas con el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil: labores de mantenimiento, arreglo de muebles y juguetes, trabajo en el huerto y áreas verdes, confección de material didáctico y para áreas de juego, entre otras. • Colaborar en la celebración de cumpleaños y otras actividades festivas, culturales y sociales relacionadas con la institución. • El consejo del centro infantil podrá tener una estructura diversa, de acuerdo con las particularidades del centro, las condiciones de los padres de familia, etc. Esta estructura podrá contar con un padre que funja como presidente del mismo, y un grupo de padres seleccionados por ellos mismos, en representación de cada grupo etario del centro infantil, y que forman un ejecutivo, por llamarlo de alguna manera, que se reúne con una periodicidad acordada, y que analizan las tareas del consejo, las actividades a promover y realizar con el resto de los padres, y las vías de apoyo y cooperación con el centro. • La organización del trabajo del consejo ha de comenzar al iniciarse el curso escolar, y en el cual se constituirá dicho consejo, para lo cual se convocará a los padres. • Después de la constitución se convocará para la primera reunión donde se analizarán las funciones y deberes del consejo y se trazará su plan de actividades. Este plan de actividades ha de ser muy sencillo y el mismo debe contar las actividades a realizar en el curso y la periodicidad de las reuniones a celebrar y que deben contemplar incluso la programación de las reuniones particulares de los padres de cada grupo. CONCLUSION La sociedad, escuela y familia se retroalimentan mutuamente y loscambios en una esfera influyen en las modificaciones de las otras. La educación es un aspectoa trabajar desde diferentes focos para lograr una educación integral de la persona y unosmejores resultados. Para finalizar quiero poner de manifiesto mi optimismo respecto al futuro de la familia,aunque en cambio constante, su capacidad plástica de adaptación es enorme y ha sido camaleónicadesde su origen. Por ello, confío en su perpetuidad a lo largo del tiempo.

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